martes, 12 de abril de 2011

El Misterio de la Muerte

Por: Bárbara Barrera Maturana                              12 de abril de 2011.

1.-Introducción
Desde que el pecado entró en este mundo, por causa de la desobediencia de Adán y Eva[1], hasta nuestros días el ser humano ha venido formulándose preguntas con respecto a qué hay tras la muerte. Convirtiéndose en un asunto que preocupa al hombre y que ha generado y genera gran controversia. A continuación se analiza y expone lo que las Sagradas Escrituras develan acerca de la expiración. Panorama que busca disipar las inquietudes a modo de respuesta a un individuo que tiende a sentirse poderosamente atraído por la temática de la defunción, muchas veces con temor, angustia y esperanza en que este suceso le otorgue algún beneficio, le ofrezca algo mejor de lo que en vida se pueda llegar a experimentar.

2.-Problema

Previo a ahondar en la materia sobre la muerte, cabe definir el concepto de vida como la mezcla de dos elementos: polvo de la tierra y aliento de vida proveniente del Creador según el Génesis[2].Entonces tenemos por lógica que la muerte es el proceso contrario: el polvo vuelve a la tierra y el aliento de vida a Dios. Y en la Biblia encontramos manifiesta esta idea en forma de aseveración “y el polvo vuelve a la tierra, como era, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio”[3].

Jesús, quien es revelado y da sentido a la Biblia[4], compara a la muerte con el sueño[5] porque Él plantea la esperanza de la resurrección en su inminente regreso a la tierra: “Porque el Señor mismo con voz de mando,
con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero”.[6]

Y si la muerte es como un sueño ¿sabe algo quien ha muerto? El libro de Eclesiastés responde: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tiene más paga; porque su memoria es puesta en olvido
También su amor, su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo el sol”.[7]
Claramente la Biblia da a entender que los muertos nada saben ni sienten. La palabra infierno solo significa sepulcro y no se traduce a un lugar de sufrimiento constante. Además, en la Santa Palabra no se alude al purgatorio ni que los muertos van al cielo. Solo se establece lo mencionado anteriormente sobre la resurrección en la venida del Señor Jesús.

Por causa de la angustia y la desesperación se busca, en el caso de los deudos, entablar conexiones con los seres amados que han muerto. No obstante, la Biblia es explícita, por tanto no puede establecerse comunicación alguna. Pero qué hay de los diversos testimonios de personas que dicen haber conversado, tenido contacto, etc. con los muertos. No cabe duda de que solo puede ser obra del Padre de la Mentira, Satanás; quien ya se había referido al tema diciéndole a Adán que si pecaba no moriría[8], el cual muchas veces se disfraza de ángel de luz junto a los demonios ( ángeles caídos como él) para esparcir el mal[9].

3.- Conclusión

En conclusión el misterio de la muerte deja de ser un enigma frente a la luz de la Santa Biblia. La inmortalidad del alma no existe, el hombre por naturaleza es mortal, su carne y su alma dejan de tener vida al fenecer. Por tanto la persona nada sabe como para entrar en diálogo. La verdadera causa de la muerte es el pecado, que se traspasó a todos los hombres y en razón de esto todos tienen que morir[10]. Sin embargo Dios ofrece una maravillosa esperanza, una grandiosa promesa que estatuye que no habrá más muerte y que se podrá reunir con los seres amados arrebatados por la muerte, dejándose atrás la amargura, pena y desgaste que conlleva enfrentar un acaecimiento de este tipo[11].

Hoy por hoy se debe enfrentar la tristeza, el dolor y la desolación naturales por un ser amado que muere. Pero hay esperanza a la luz de la verdad porque: “el justo en su muerte tiene esperanza” Proverbios 14:32[12].


Metodología de la Investigación
Pedagogía en Castellano
Campus San Felipe
Universidad de Playa Ancha

   
Bibliografía

-Santa Biblia, antigua versión de Casiodoro de Reina (1569). Revisada por Cipriano de Valera (1602). Revisión de 1960.


[1]   Génesis 3:1-6.
[2]   Génesis 1:27; 2:7.
[3]   Eclesiastés 7:12.
[4]   Juan 5:39
[5]   Juan 11 :11-13.
[6]   1 Tesalonicenses 4:16; Juan 10:27-28; Juan 6:40; Isaías 26:19.
[7]   Eclesiastés 9:5-6.
[8]   Génesis 3:4.
[9]   2 Corintios 11:14-15.
[10]   Romanos 5:12;6:23.
[11]  Isaías 25:8; Lucas 20:36.
[12]   Proverbios 14:32.

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