miércoles, 13 de abril de 2011

El Príncipe y la Princesa

Los Signos del Feminismo en el cuento “Putas Asesinas” de Roberto Bolaño

Por; Cicely Arancibia                              12 - abril - 2011

“Todo lo que ha sido escrito por los hombres sobre las mujeres es sospechoso, ya que ellos son a la vez juez y parte”

Poulain de la Barre, citado por Simone de Beauvoir en El Segundo Sexo[1]


Introducción

Roberto Bolaño, de nacionalidad chilena - pero a todas luces dividida en tres: Chile, México y España – irrumpe en la literatura posmoderna de habla hispana con novelas portentosas y brillantes, cuentos de no menor calidad y una poesía franca y sin adornos. En todos estos formatos con visos autobiográficos el escritor crea un universo fantástico y completo, una orbe pesadillesca y a la vez soñada, en la cual se entreven las influencias literarias, sociopolíticas y, por qué no, generacionales que afectan la producción del autor.
Pero, ¿Es posible hallar en estas influencias atisbos de feminismo?
Al presentar su libro de cuentos Putas Asesinas, publicado el año 2001 por Anagrama, Roberto Bolaño se refirió al cuento del mismo nombre como: “un homenaje rendido, subyugado, al feminismo más radical”[2]
El objetivo de este trabajo es determinar si existe una raíz ideológica en la afirmación del fallecido escritor o si se trata sólo de un comentario descuidado, realizando para ello una lectura ordenada y reflexiva del cuento en cuestión.

Problema

El problema es dado entonces por la pregunta antes formulada: ¿Es posible hallar en estas influencias atisbos de feminismo?
El verdadero cuestionamiento de este trabajo esta dirigido a dilucidar, primero, si Roberto Bolaño leyó literatura feminista y, segundo, si llegó a ser partidario en alguna medida de los planteamientos de dicha literatura.
Sin embargo es posible hallar en su biblioteca a Simone de Beauvoir y no encontrarla en el cuento (o en ningún aspecto de su producción literaria) o viceversa, por lo tanto se intentará identificar en el citado texto convergencias que ayuden a validar o revocar la presencia de dicho influjo.

En base a lo anterior se realiza una primera mirada de la cual se desprenden:
1.      Rasgos de barbarismo:


“El locutor, un pobre diablo, se queda impresionado por el baile tribal en el que tú participas. Lo comenta con el otro locutor. Están bailando, dice su voz de palurdo, como si en nuestras casas, delante del televisor, no nos diéramos cuenta. Sí, se divierten, dice el otro locutor. Otro palurdo”.[3]

El fragmento citado compara la danza de los barristas con lo tribal, lo incivilizado.
Utiliza además para referirse a los locutores el adjetivo palurdo, da.
(Del fr. balourd).
1. adj. Dicho por lo común de la gente del campo y de las aldeas: Tosca, grosera. U. t. c. s.[4]


2.      Animalización:

“Digamos que ha sido tu danza la que ha acelerado mis movimientos. Mientras yo me visto, tú danzas. En alguna dimensión distinta a ésta. En otra dimensión y en otro tiempo, como un príncipe y una princesa, como la llamada ígnea de los animales que se aparean en primavera, (…)”[5]

A la vez que la protagonista exalta la virilidad de la danza le otorga valor de conquista, comparándolo con rituales de apareamiento, relegando su funcionalidad a un gesto puramente animal.


3.      Signos de masculinidad en la mujer

La discusión de lo propiamente masculino y femeninos se remonta a siglos de intentos de grandes pensadores por concientizar respecto de las desigualdades, entre ellas, las de género, (razón por la cual De Beauvoir cita a Poulain de la Barre). En la llamada “biblia del feminismo”, titulada “El Segundo Sexo”, la autora vuelve sobre este tema relacionando a lo masculino con el poder. Según  Silvia Carnero en “La Condición Femenina Desde el Pensamiento de Simone de Beauvoir” para la pensadora francesa “masculino es el espacio de la construcción de discursos, de lo público, de lo político, de la producción cultural y simbólica, de los descubrimientos, de la ciencia y la filosofía.
En suma, masculino es el poder.”[6]

 Los siguientes ejemplos sirven para ilustrar como Bolaño en su cuento invierte los roles históricos de hombre y mujer, transfiriendo a esta última  la  autoridad.

“dejo mi casa con sólo la luz del porche encendida, me subo a la moto y atravieso las calles en donde gente más extraña que tú y que yo se prepara para pasar un sábado divertido”[7]

“Te he traído en mi moto, te he desnudado, te he dejado inconsciente, te he atado de manos y de pies a una vieja silla, te he puesto un esparadrapo en la boca no porque tema que tus gritos alerten a nadie sino porque no deseo escuchar tus palabras de súplica, tus lamentables balbuceos de perdón, tu débil garantía de que tú no eres así, de que todo era un juego, de que estoy equivocada.”[8]

El primer fragmento citado subvierte los códigos de lo femenino y lo masculino haciendo que el personaje femenino se monte en  un vehiculo que es intrínsecamente masculino, es decir que es minoritariamente usado por mujeres debido a su gran peso.
Del mismo modo la segunda cita convierte a la mujer/víctima, en mujer/victimario; desplazando al hombre /victimario al rol de hombre/víctima. La  mujer, para cumplir su objetivo ha utilizado la violencia, ha reducido a su víctima y lo ha hecho sola, ya no es la fuerza la que determina quien victimiza a quien, sino el correcto uso de la sexualidad.


4.      Sexualidad:

“pero fíjate qué curioso, presta atención, cuando nos detenemos la sensación que siento bajo las piernas es que el mundo sigue moviéndose (…). Pero la sensación de abandono, como si me follara un ángel, sin penetrarme pero en realidad penetrándome hasta las tripas, es breve, y justo mientras dudo o mientras la analizo sorprendida se abren las rejas y la gente comienza a salir del estadio, bandada de buitres, bandada de cuervos”[9]

Gran parte de la historia del feminismo desde sus variantes más conservadoras hasta su cara más radical está marcada por la revolución sexual. En este fragmento este personaje, que es una mujer, deja aflorar su feminidad y sexualidad con soltura y erotismo. No obstante, este despliegue de erotismo no requiere de un hombre, es más, el hombre es relegado a segundo plano, no es necesario para el placer; placer que acaba cuando al abrirse las rejas salen otra vez los machos animalizados, pero en esta ocasión, como presagios de muerte, afloran dibujados como cuervos o buitres, como aves de rapiña.

5.      Caricaturización:

El texto atribuye al personaje de Max (a quien la protagonista llama Max, sin ser este su nombre) características tipo de lo propiamente masculino, caricaturizándolo: barrista, descamisado, amante de la cerveza, los deportes, los himnos deportivos, Max se convierte así en el epitome de la masculinidad más rebosante de testosterona.

“(…), y no te gusta el desorden, no te gustan los negros, no te gustan los maricas, no te gusta que te falten al respeto, no te gusta que te quiten el sitio.”[10]
6.      Anulación:

Para anular a su víctima la protagonista lo convierte en un personaje innominado. La mujer/victimaria, que tiene en su poder la vida del joven barrista, le onomastiza, robándole la identidad, convirtiendo su nombre en un dato secundario y prescindible.

“yo te digo Max, tenemos que hablar, y entonces tú me dices no soy Max, ése no es mi nombre, qué pasa, te estás quedando conmigo, me confundes con alguien o qué, y entonces yo te digo perdona, te pareces muchísimo a Max, y también te digo que quiero hablar contigo, de qué, pues de Max”[11]

Su anulación es completa al observar dos importantes factores:

1.               Max está atado y amordazado, lo que impide que su accionar tenga algún efecto en la historia
2.               su condición de víctima ha sido determinada por el azar. Nada ha llevado a esta mujer a secuestrar a este hombre mas que la fatalidad

“Personalmente nunca hiciste nada contra mí. Esto te lo digo para tu tranquilidad espiritual. Nunca me violaste. Nunca violaste a nadie que yo conociera. Puede incluso que nunca hayas violado a nadie. No es algo personal. Tal vez yo esté enferma. Tal vez todo es producto de una pesadilla que no soñamos ni tú ni yo, aunque te duela, aunque el dolor sea real y personal.”[12]

De esta manera Max se convierte en una metonimia de su género: Max es todos los hombres, como su verdugo son todas las mujeres. En su tragedia se representa la revancha de todo un género.


7.      El reclamo:
Contradictoriamente, si se quiere, el texto se aleja de la manoseada igualdad característica del feminismo para acercarse a aquello que es propio de los Estudios de Género. De este modo vuelve lo femenino a la mujer y lo masculino al hombre, resaltando las diferencias claves de cada género a través de una premisa que no es nueva aunque si original: la inevitable falta de comprensión del hombre sobre lo que significa para la mujer el acto sexual.

“Temo, sin embargo, que no has pensado suficientemente bien lo que decías. Y menos aún lo que yo decía. Escucha siempre con atención, Max, las palabras que dicen las mujeres mientras son folladas. (…). Las mujeres son putas asesinas, Max, son monos ateridos de frío que contemplan el horizonte desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en la oscuridad, llorando, indagando las palabras que nunca podrán decir. En el equívoco vivimos y planeamos nuestros ciclos de vida”[13]

Con dicha proposición podría comprenderse el sentido mismo del cuento, entendiéndolo como una ejemplificación de que ni en la mas extrema inversión de roles el hombre llegará a comprender lo que la mujer es.

8.      El dominio:

Finalmente el hombre (que ya no es Max, sino todo su género) es subyugado atendiendo a las propuestas más weberianas de dominación. Para la comprensión de la premisa, para la realización efectiva de la inversión de roles, para la subyugación definitiva del hombre ante la mujer debe utilizarse la violencia, que amenaza con la muerte inminente:

 “(El tipo en vez de cerrar los ojos los abre con desesperación y todos sus músculos se disparan en un último esfuerzo: su impulso es tan violento que la silla a la que está fuertemente atado cae con él al suelo. Se golpea la cabeza y la cadera, pierde el control del esfínter y no retiene la orina, sufre espasmos, el polvo y la suciedad de las baldosas se adhieren a su cuerpo mojado.)”[14]

9.      El príncipe y la princesa:

El constructo social del amor conyugal idealizado se despedaza entonces a través de las técnicas antes mencionadas que lo deslegitimizan como discurso. El príncipe y la princesa constantemente citados por la motorista, no son ya la damisela en peligro y el caballero al rescate a los que estamos acostumbrados por convención social; son, en cambio, su opuesto binario, bautizados en el cuento como “el príncipe vehemente” y “la princesa inclemente”
En el capítulo “Mitos” de El Segundo Sexo, Simone de Beauvoir se refiere a la forma en que la masculinidad se sostiene en la figura femenina convirtiéndola en un medio, y en un fin:Cerca de las mujeres, el joven se inicia en el «mundo» y en esta realidad compleja que llamamos «vida». Ella es uno de los fines privilegiados que persiguen el héroe, el aventurero, el individualista”[15]. De este modo la existencia de la mujer mítica, la “princesa” de Bolaño, hace posible la existencia del héroe, pues ¿Qué haría el Príncipe Azul si no despertase a la Bella Durmiente del Bosque, si no colmase con sus dones a Piel de Asno?[16]
Putas Asesinas crea entonces una antítesis para el mito, un antipríncipe y una antiprincesa que revierten sus papeles para convertirse en la cara visible de un cambio sustancial en la sociedad patriarcal.

“Te gusta mi casa. Te gustan mis cuadros. Me preguntas por las figuras que en ellos aparecen. El príncipe y la princesa, te contesto. Parecen los Reyes Católicos, dices. Sí, en alguna ocasión a mí también se me ha ocurrido pensarlo, unos Reyes Católicos en los límites del reino, unos Reyes Católicos que se espían en un perpetuo sobresalto, en un perpetuo hieratismo, pero para mí, para la que yo soy al menos durante quince horas diarias, son un príncipe y una princesa, los novios que atraviesan los años y que son heridos, asaeteados, los que pierden los caballos durante la cacería e incluso los que nunca han tenido caballos y huyen a pie, sostenidos por sus ojos, por una voluntad imbécil que algunos llaman bondad y otros natural buen talante, como si la naturaleza pudiera ser adjetivada, buena o mala, salvaje o doméstica, la naturaleza es la naturaleza”[17]

A través de las palabras que se han destacado nuestra asesina revela la verdadera relevancia de este punto que atraviesa todo el cuento y que constituye, me atrevo a decir, su esqueleto: la mujer durante esas quince horas diarias, que no son nada más que quince horas de vigilia, vive en un mundo en el que su mejor aspiración es el ideal conyugal, el amor de pareja sublimado de los novios que atraviesan los años, que no existe y que, por inexistente, genera su frustración, la que decanta en la decisión de rebelarse contra su realidad bajo el velo de la noche.

Conclusión

            El análisis del cuento “Putas Asesinas” arroja varios signos de haber sido escrito en base a ciertos criterios feministas que han sido de vital importancia a través de la historia.
El príncipe y la princesa convertidos en victima y victimaria se condicen con las ideas de la pensadora Simone de Beauvoir, a la vez que reflejan una constante del feminismo: el hombre para constituirse como tal necesita la celebridad, la gloria, a las cuales accede por medio del despliegue de sus virtudes hacia la figura de la mujer. Es en la mujer que el hombre adquiere valor, sus riquezas dejan de ser banalidades cuando son para la mujer, la guerra deja de ser brutal cuando es por amor, la valentía es más valorada cuando va en defensa de una joven desamparada.
Por otro lado la inversión de los símbolos de masculinidad, tales como poder, dominio, fuerza, potencia sexual, independencia, etcétera, deconstruyen las ideas fuerza de la sociedad patriarcal, haciendo que la predominancia del hombre no sea posible.
Cabe destacar que Roberto Bolaño crea una red en su literatura que se constituye como un universo. De acuerdo a esto lo que sucede en un texto afecta a todos los textos, por lo que, si bien la sociedad literaria que el escritor crea no deja de estar construida sobre bases patriarcales arcaicas, el rechazo hacia esa práctica cruza todos sus libros. Esto significaría que en las obras de Bolaño en general existe una mirada feminista o al menos de solidaridad con las ideas fuerza más generales (y quizá menos radicales) del movimiento.
Es por esto que finalmente se concluye que “putas asesinas”, sin ser una arenga al feminismo, es, como dijo el autor, un claro homenaje hacia la mujer y su historia.

Metodología de la Investigación
Pedagogía en Castellano
Universidad de Playa Ancha
Campus San Felipe.
Prof. Raul Hauser Ben-Iaacov


[1]Carnero, Silvia. “La Condición Femenina Desde el Pensamiento de Simone de Beauvoir”.
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/carnero40.pdf
[2] En chile hoy, periódico digital de actualidad política, cultura y sociedad
[3] Bolaño, Roberto. Putas asesinas. Editorial Anagrama, Barcelona, España. 2001. pp. 114
[4] http://buscon.rae.es/draeI/

[6] Carnero, Silvia. “La Condición Femenina Desde el Pensamiento de Simone de Beauvoir” http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/carnero40.pdf
[7] Bolaño. Putas Asesinas. Pp. 116
[8] Bolaño. Pp. 125
[9] Bolaño. Pp. 116
[10] Bolaño. Pp.120
[11] Bolaño. Pp. 118
[12] Bolaño. Pp.121
[13] Bolaño. Pp. 122-123
[14] Bolaño. Pp. 126
[15] De Beauvoir, Simone.  El Segundo Sexo.
http://www.librodot.com (texto completo)
[16] De Beauvoir, Simone.  El Segundo Sexo
[17] Bolaño. Pp. 119


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